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Museo Histórico Nacional

Detalles para ver VII

“Capilla de la Piedad, Rosas preside el Santo Sacrificio”. Óleo sobre tela, Autor: Martín L. Boneo. Donación de Martín Boneo Belgrano, 15 de Junio de 1935.

“En el cataclismo en que habían caído, arrojados por la mano de Rosas, todos los principios de la constitución moral, social y política del cuerpo argentino, la religión no podía librarse del sacudimiento universal, porque sus representantes en la tierra son hechos, por desgracia, de la misma cera modificativa que los profanos.
(...)
En los brazos de los federales, de los federales dignificados con la casaca de nuestros generales, o con el bastón de nuestros magistrados, pero plebeyos y corrompidos de corazón, el retrato del dictador fue conducido hasta los templos y recibido en la puerta de estos por los sacerdotes con sobrepellíz (N. de R.: Prenda larga y amplia, de tela blanca y fina y con las mangas muy anchas que lleva sobre la sotana el sacerdote); paseado por entre las naves bajo el santo palio, y colocado en el altar al lado del Dios crucificado por los hombres...”.
FUENTE: MÁRMOL, José; “Amalia”, Editorial Kapeluz, Bs. As., 1968, Tomo II, pp 473-479.
“Cuando en 1839 Rosas se encontró rodeado de enemigos, acosado por el bloqueo francés, presionado por el descontento de las provincias, preocupado por súbditos rebeldes y viviendo en el temor del asesinato, su maquinaria política entró en acción. Los trabajadores del partido organizaron una orgía de adulación – que alcanzó a las iglesias- para glorificar al dictador, felicitarlo por su obra y aterrorizar a los irresolutos. Se montó un retrato de Rosas sobre un carruaje triunfal, en medio de adornos de flores, y los activistas, sus mujeres e hijas lo arrastraron a lo largo de las desparejas calles de Buenos Aires. Lo seguía un grupo de vocalistas que caminaba lentamente cantando ‘¡Viva la Confederación! ¡Mueran los salvajes unitarios!’. Llevaron el retrato en procesión de iglesia a iglesia, en cada una de las cuales lo recibían sacerdotes que desplegaban una devoción normalmente reservada a propósitos más sagrados. Lo llevaban a lo largo de las naves mientras tocaba el órgano, se cantaban himnos y pronunciaban oraciones. Mientras celebraban Misa Mayor, honraban al icono con incienso y se ubicaban en el altar al lado del crucifijo y las imágenes del Salvador. En la Catedral, el obispo en persona oficiaba a veces esas ceremonias; celebraban Misa con el retrato de Rosas y el Santo Misal uno junto a otro, mientras uno de los sacerdotes de la catedral predicaba simultáneamente lo sagrado y lo profano en un resonante sermón, haciendo oportunas alusiones a las virtudes cívicas del gobernador y a las justificaciones de la causa federa”.
FUENTE: LYNCH, John; “Juan Manuel de Rosas”, Hyspamérica, Bs. As., 1986, pp 176-178.