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Museo Histórico Nacional

Últimos momentos de Mariano Moreno

En el Diario Personal de Adolfo P. Carranza encontramos que este óleo fue encargado por el Director del Museo pero no encontramos ninguna referencia a la forma en que se pretendía representar los últimos instantes de Mariano Moreno.

En el Diario Personal de Adolfo P. Carranza encontramos que este óleo fue encargado por el Director del Museo pero no encontramos ninguna referencia a la forma en que se pretendía representar los últimos instantes de Mariano Moreno; pero sí sabemos que Carranza es el comitente y que la base documental más inmediata que describe la muerte de Moreno es la “Vida y Memorias de Mariano Moreno” de su hermano Manuel Moreno, siendo por consiguiente ésta la fuente escrita del óleo. “El doctor Moreno- señala - vio venir su muerte con la serenidad de Sócrates. Ya a los principios de la navegación le pronosticó su corazón este terrible lance. ‘No se que cosa funesta se me anuncia en mi viaje’, nos decía con una seguridad que nos consternaba. No pudiendo proporcionarse a sus padecimientos ninguno de los remedios del arte, ya no nos quedaba otra esperanza de conservar sus preciosos días, que en la prontitud de la navegación; más por desgracia tuvimos ésta extraordinariamente morosa y todas las instancias hechas al capitán para que arribase al Janeiro o al Cabo de Buena Esperanza no fueron escuchados. Después de estos, el doctor Moreno se entregó tranquilamente a su duro destino. A las cuidadosas atenciones que le pagaba nuestra amistad y respeto, correspondía con una suavidad admirable, pero con el triste desengaño de que serían sin efecto (...) Su último accidente fue precipitado por la administración de un emético que el capitán de la embarcación le suministró imprudentemente y sin nuestro conocimiento. A esto siguió una terrible convulsión que apenas le dio tiempo para despedirse de su patria, de su familia y de sus amigos. Aunque quisimos estorbarlo, desamparó su cama ya en este estado y con visos de mucha agitación, acostado sobre el piso solo de la cámara, se esforzó en hacernos una exhortación admirable de nuestros deberes en el país que íbamos a entrar y nos dio instrucciones del modo como debíamos cumplir los encargos de la comisión, en su falta. Pidió perdón a sus amigos y enemigos de todas sus faltas; llamó al capitán y le recomendó nuestras personas; a mí en particular me encomendó, con el más vivo encarecimiento, el cuidado de su esposa inocente; con este dictado la llamó muchas veces. El último concepto que pudo traducir fueron las siguientes palabras: ‘¡Viva mi patria, aunque yo perezca!’ Ya no pudo articular más. Tres días estuvo en esta situación lamentable: murió el 4 de marzo de 1811, al amanecer, a los veintiocho grados, veintisiete minutos sur de la línea, a los 31 años, 6 meses y un día de edad” . Murió con la serenidad de Sócrates dice su biógrafo. Fijémonos que el óleo de Querciola no lo representa en el momento de la convulsión, ésta ya ha transcurrido. Moreno se encuentra en sus últimos instantes, tal vez en algún momento de esos tres días últimos de su vida. Ya se ha despedido de sus amigos y de su Patria. ¿Pero qué significa ver venir la muerte con la “serenidad de Sócrates”? Para Sócrates la filosofía era prepararse para la muerte. En efecto, si filosofamos, si nuestra alma prisionera del cuerpo durante su vida terrenal cultiva el conocimiento, el pensamiento, la contemplación de la verdad; y por ende, no se deja arrastrar por los apetitos corporales, al morir -y la muerte no es otra cosa que la separación entre alma y cuerpo- el alma que cultivó el pensar accede a una inmortalidad donde ya liberada de las ataduras corporales, podrá contemplar plenamente la verdad, para la que se estuvo preparando durante su existencia terrena. Podemos decir que Mariano Moreno muere sereno como Sócrates porque cultivó el pensamiento por medio de la razón.

Óleo sobre tela. Autor: Egidio Querciola, 1912. (Medida: 1670 x 1170 mm).