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Museo Histórico Nacional

Encarnación: una mujer con gran poder político

María de la Encarnación Ezcurra de Rosas fue posiblemente una de las mujeres que más poder tuvo en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Entre 1833 y 1835, período en el que Rosas estuvo alejado del escenario político, el papel desempeñado por Encarnación fue crucial.

María de la Encarnación Ezcurra de Rosas fue posiblemente una de las mujeres que más poder tuvo en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Nació en la ciudad de Buenos Aires el 25 de marzo de 1795, en el seno de una familia que pertenecía a la élite de comerciantes. Su padre, Juan Ignacio de Ezcurra, ocupó cargos en el Cabildo y en el Consulado de Comercio. Encarnación aprendió lectura, escritura y nociones básicas de matemática para colaborar en la empresa familiar. El dominio de estas habilidades, formaban parte de la educación que recibían las pequeñas hijas de los comerciantes. En la sociedad porteña de la época, las mujeres se encontraban subordinadas a los hombres. No tenían derechos políticos y se las consideraba sin responsabilidades legales. Si eran solteras dependían hasta los 25 años de sus padres, y en caso de casarse pasaban a depender de sus maridos.
Encarnación se casó el 16 de marzo de 1813 (a los 18 años) con Juan Manuel de Rosas, un joven de 20. Aparentemente, la madre de Juan Manuel no quería que su hijo contrajera matrimonio aún, pero la pareja se sentía tan enamorada que osó recurrir a una treta para lograr su objetivo: le hicieron creer a la señora, que Encarnación estaba embarazada y de esta forma el casamiento fue consentido rápidamente. Los recién casados se instalaron en la casa paterna de los Ezcurra, y ese mismo año adoptaron como hijo propio a Pedro, el hijo extramatrimonial de Josefa, la hermana de Encarnación. En la sociedad rioplatense imperaban normas muy rígidas sobre cuestiones de familia y sexualidad, pero éstas eran frecuentemente transgredidas y luego cubiertas con la adopción o crianza en el seno de la familia paterna como un hijo más. Doña Encarnación tuvo otros tres hijos: Juan, María (muerta al poco tiempo de nacer) y Manuela.
Juan Manuel de Rosas se convirtió en el líder indiscutido del federalismo porteño, y en el año 1829 asumió como gobernador de la provincia de Buenos Aires con poderes extraordinarios. Al finalizar su primer mandato, una facción del federalismo apoyaba su continuidad como gobernador, pero se negaba a que mantuviera las facultades extraordinarias. Y como Rosas no tenía interés en asumir sin ellas, se retiró de la ciudad para llevar adelante la campaña contra los indígenas. Entre 1833 y 1835, período en el que Rosas estuvo alejado del escenario político, el papel desempeñado por Encarnación fue crucial. Se dedicó a intervenir en el partido federal para derrotar a la facción de federales antirrosistas y conseguir el apoyo unánime de la Junta de Representantes para que le otorgasen nuevamente a su marido las facultades extraordinarias. Allí tejió nuevas relaciones de lealtad y obtuvo el respaldo político de los sectores populares. De este modo, supo encauzar la movilización popular a favor de la facción rosista en la Revolución de los Restauradores, que acabó con el gobierno de los federales opositores y posibilitó el regreso de su esposo a la gobernación con las facultades extraordinarias y la suma del poder público. Esto lo logró con su participación política en la formación de un grupo de partidarios de Rosas conocido como La Sociedad Popular Restauradora, cuyo brazo armado, La Mazorca, acabó transformándose en una suerte de fuerza para-policial. Encarnación falleció a los pocos años de su gran logro político, en el año 1838, de una enfermedad no identificada a los 43 años de edad. Es de destacar que su sepelio y entierro implicaron una gran manifestación política, la más solemne otorgada a una mujer hasta ese momento.
En esta ocasión compartimos la imagen de una litografía de Encarnación Ezcurra. La misma fue realizada por el dibujante y litógrafo de origen italiano Averico Isola, e impresa en Litografía de las Artes. En un óvalo donde aparece su rostro de perfil, el cabello negro peinado con peinetón y moño y un par de aros. Debajo del retrato se lee: “Da. Encarnación Ezcurra/de Rosas”. El perfil de Encarnación se basa en los modelos neoclásicos de fines del siglo XVIII e inicios del XIX y remite a una imagen estática como la de la medallística romana. Este rostro —que quedó fijado en toda la iconografía posterior sobre su figura— data de la segunda mitad de la década de 1830, cuando los retratos de Rosas y su familia se multiplicaron en las imágenes políticas. La representación de la Heroína de la Federación recurre a elementos de la tradición hispánica, como el mantón de Manila que cubre su pecho, el peinetón, y funciona desde lo simbólico como una reafirmación de la identidad federal en contraposición al cosmopolitismo propio de los unitarios.
El establecimiento de Litografía de las Artes se creó en 1841, y perteneció al ingeniero francés Carlos Enrique Pellegrini, quien fue un importante retratista. Uno de sus cinco hijos, Carlos Pellegrini, asumió la presidencia de la república en 1890.