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Museo Histórico Nacional

Formas de gobierno

Conoce más de la exhibición Tiempo de Revolución, que propone una nueva mirada para entender una etapa fundacional de la historia argentina y americana, atendiendo a diversos temas, espacios y personajes.

Discusiones políticas fundamentales de la década de 1810

Mapa de la distancia de Salta a Buenos Aires, dedicado a Juan Martín de Pueyrredón

La constitución de Cádiz

Mientras que a lo largo de 1810 se formaban distintas juntas en América, en Cádiz, la única ciudad española que no cayó en manos de los franceses, se reunieron las Cortes, que eran un parlamento. Los diputados mantuvieron la fidelidad al rey Fernando VII, pero, a la vez, en 1812, convirtieron a España en una monarquía constitucional. Era una gran transformación.

Sin embargo, muchos territorios revolucionarios, como el Río de la Plata, rechazaron la constitución de Cádiz y cualquier integración con España, con el principal argumento de que la cantidad de representantes españoles y americanos en las Cortes era desigual, muy favorable a los primeros. De todos modos, cuando en 1814 Fernando VII fue liberado y volvió al trono, anuló la constitución y reinstauró la monarquía tradicional.

Autonomía o independencia

La postura de lograr el autogobierno dentro de la monarquía fue fuerte al principio de la revolución. Pero el autonomismo se fue debilitando con el tiempo y se desmoronó cuando el rey Fernando VII retornó y se negó a negociar con los revolucionarios. Fue entonces que se terminó de imponer la postura de lograr la “independencia absoluta”, como se le decía en la época a romper todos los vínculos con la monarquía española.

También había otro uso de “independencia”: dejar de obedecer a una jurisdicción superior. Por ejemplo, en 1815 Santa Fe y Córdoba declararon su independencia de Buenos Aires, como ya antes había hecho la Banda Oriental. El mismo año La Rioja anunció que era independiente de Buenos Aires y de Córdoba, de la cual dependía hasta entonces. Todas designaron sus propias autoridades, quitando a las que había nombrado el gobierno central desde Buenos Aires. Pero no estaban creando países separados, sino marcando su autonomía dentro de un conjunto.

República o monarquía

En los primeros años, muchos revolucionarios rioplatenses querían crear una república. Años después eso cambió: en 1815 las monarquías absolutistas que vencieron a Napoléon –Austria, Rusia, Prusia, y se sumó el Reino Unido- formaron la Santa Alianza, opuesta a cualquier gobierno republicano surgido de una revolución. En ese contexto, y a la vez cansados de los desafíos provinciales al poder central, varios dirigentes mostraron su preferencia por una monarquía constitucional, que suponían podría mantener mejor el orden. Hubo negociaciones secretas con príncipes europeos para que aceptaran una corona en el Río de la Plata, sin resultado, y también Belgrano propuso una monarquía con un rey descendiente de los incas. Pero los republicanos se opusieron a la idea.

Quienes querían una república estaban también en contra de lo que en la época se llamaba “democracia”, equivalente a lo que hoy se denomina “democracia directa”. Así funcionaban los cabildos abiertos, donde cada uno expresaba su voto estando presente. Confiaban en cambio en el sistema representativo, al que veían más ordenado. El pueblo debería gobernar a través de representantes.

Centralismo o federalismo

A partir de 1810, Buenos Aires asumió la toma decisiones que antes ejercía España, continuando localmente el centralismo. Todas las autoridades provinciales y el manejo de la economía se decidían desde la capital. Los defensores de este sistema centralista pensaban en una unidad de soberanía, por eso más adelante se les diría “unitarios”. Consideraban que cuando los diputados de las provincias se reunían en una asamblea o congreso se formaba la nación, y ella tomaba las decisiones de modo centralizado a través del congreso y del poder ejecutivo que era elegido por este.

En cambio, otros pensaban que las provincias mantenían siempre su soberanía, y por lo tanto no había una soberanía sino varias. Cada provincia debía elegir sus autoridades y manejar su economía. Y ninguna provincia debía estar por encima de otra. Incluso en algunos lugares se suponía que cada pueblo dentro de una provincia tenía derecho al autogobierno. En esa mirada, un diputado que iba a una asamblea o congreso solo debatía, pero para tomar decisiones importantes debía consultar primero a su provincia. Quienes tenían esta mirada adoptaron el federalismo. Querían un estado central débil, que dejara la mayor parte de las decisiones a las provincias.