Esta fotografía estereoscópica fue tomada durante la inauguración de la estatua en homenaje a Miguel Azcuénaga, militar e integrante de la primera Junta, en la plaza del mismo nombre en el barrio de Caballito, en la Ciudad de Buenos Aires, el 30 de diciembre de 1910. Fue el último acto del año del Centenario de la Revolución de Mayo.
Ya en 1906, Adolfo Carranza, como director del Museo Histórico Nacional, impulsó el proyecto de la realización de estatuas de los ocho integrantes de la Junta que no contaban con monumentos aún (solo había una de Belgrano en la Plaza de Mayo). Por concurso, el escultor francés Henri Cordier fue elegido para realizar la de Azcuénaga. Carranza integró la “comisión de estatuas” encargada de asesorar a los artistas. Se expresó en contra de los bocetos de Cordier pero al final se mostró satisfecho con el resultado. Carranza estuvo entre quienes hablaron en la inauguración.
Es posible que los oradores se hayan trasladado con sus gruesas vestimentas a la sombra de los árboles para pronunciar sus discursos, y por eso la estatua no resultó la protagonista de la foto.
En la visión humana, cada ojo capta una imagen distinta que el cerebro une en tres dimensiones. Este tipo de imágenes se sacaban con cámaras especiales con dos objetivos paralelos que reproducían la distancia entre los ojos. Las copias positivas se colocaban en visores binoculares para lograr el efecto de profundidad.