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Museo Histórico Nacional

En busca de la libertad. Cinco historias

Conoce más de la exhibición Tiempo de Revolución, que propone una nueva mirada para entender una etapa fundacional de la historia argentina y americana, atendiendo a diversos temas, espacios y personajes.

Quinta, acuarela de Emeric Essex Vidal, 1818 (Detalle)

Rebelión

A principios de 1812 llegaron a la ciudad de Mendonza unas inquietantes noticias, que impulsaron una rebelión de negros libres y esclavizados. Chile había sido pionero en dictar la “libertad de vientres” en 1811. Un esclavo liberado cruzó a Mendoza con esta novedad y como sabía leer, fue además quien difundió la medida tomada en Buenos Aires de prohibir el tráfico esclavista en 1812. Pero comunicó además algo que no había ocurrido: que se “ordenaba que todos los esclavos fuesen libres”. Comenzó entonces una agitación, porque se creyó que las autoridades de Mendoza querían ocultar esa información. Uno de los conspiradores dijo que “era necesario hacer en esta Ciudad lo que los negros de las Islas de Santo Domingo, Matando a los blancos para hacerse libres”. Se refería a lo sucedido en Haití años antes.

La conspiración fue descubierta y se inició un proceso judicial. El abogado defensor argumentaó que “la conducta guardada por estos miserables se explicaba por el laudable objeto de conseguir la libertad”. Sostenía que las desigualdades que introdujo la conquista española “habían alterado la humana naturaleza dividiéndola en noble y plebeya, rica y pobre”. Defendió el accionar de los afrodescendientes alegando que: “han sabido desempeñar sus misiones en la Causa Sagrada de la Patria con virtud, constancia y heroísmo desde la entrada Inglesa, hasta la última acción del Tucumán”, es decir desde la invasión de 1806 hasta la batalla de 1812. Su defensa funcionó y los conspiradores fueron enviados a Buenos Aires para integrar los cuerpos militares de libertos.

Conspiración 

Poco después de que se decretara en Buenos Aires la prohibición del tráfico de esclavos, el último día de junio de 1812, un esclavo llamado Ventura le contó a su ama que se había enterado de que los españoles de Buenos Aires, con la ayuda de los contrarrevolucionarios de Montevideo, planeaban una conspiración para derrocar al gobierno revolucionario. El Triunvirato encargó una investigación, y durante un mes se juzgó, fusiló y colgó en la plaza a numerosos conspiradores, incluidos su jefe, Martín de Álzaga. Ventura fue premiado con su libertad y una medalla que decía “por fiel a la Patria”.

Una libertad que no fue

En 1812, el matrimonio de esclavizados de Joaquina y Francisco Estrada abandonaron a su propietario español europeo en la Montevideo realista. Dijeron: “Como el Superior Gobierno decretó que todos los esclavos que desamparasen al gobierno de Montevideo, abandonen sus amos y se pasasen a las banderas de la patria, gozarían la libertad, abrazamos este designio”. En el campamento patriota les dieron un certificado de libertad. Pero cuando pasaron a Buenos Aires, los reclamó como “propiedad” por el pago de una deuda Vicente Anastasio Echevarría, abogado, comerciante y político revolucionario, que participó de la Asamblea del XIII.

A fines de 1813, pidieron ante la justicia su libertad. Pero tres veces se les negó ese derecho y se determinó que mantuvieran “perpetuo silencio” para no ofender a su nuevo amo.

Vidas en guerra

Antonio Porobio comenzó su carrera militar en el sitio de la Montevideo realista y la continuó en el Ejército del Norte. Llegó a ser oficial, algo no habitual entre los afrodescendientes.

En los papeles donde se documenta su existencia fue registrado con distintos colores. En un censo de 1836 se lo anotó como pardo. Dos años después, en un censo de propietarios se lo inscribió como blanco. En su acta matrimonial en la parroquia de Monserrat figura su origen: “negro libre, de nación quisamá”, nacido alrededor de 1780. Es decir que fue secuestrado de África, de la actual zona angolana de aquel pueblo.

Porobio, que había estado esclavizado, fue a su vez dueño de una mujer esclavizada llamada Francisca, a quien compró en Montevideo. En 1820, la esposa de Porobio, llamada María Maza, quiso que Francisca comprara su libertad argumentando que le pertenecía a ella y no a su marido, pues le había prestado el dinero para adquirirla. Francisca recurrió a la justicia para probar que ya era libre y contó la historia de su carta de libertad. La habían tramitado junto a Porobio en Santa Fe antes de la campaña al norte. Pero la perdió tras el desbande patriota en la derrota de Sipe-Sipe, en 1815. Tramitó una segunda carta en Salta, de manos de Güemes, pero se la retuvieron. El expediente se interrumpió antes de que testificara Porobio, y el desenlace de su historia se pierde. 

Luchar por la libertad

En Tucumán, en 1818, la esclava Francisca Antonia Espinoza le inició un juicio a su propietario, el hacendado José Manuel Arias, por su libertad. El propietario declaró escandalizado: “Les ha parecido a los esclavos y esclavas que la revolución ha abierto puerta franca a su libertad con perjuicio de sus amos”. 

Francisca tenía un hijo llamado Pablo Morillo, quien testificó en el juicio de su madre. Dijo que fue soldado del “Regimiento de Pardos” y que sus amos, la familia Arias, habían hecho “todo lo posible para sacarme del dicho regimiento”. Así relató su recorrido hacia la libertad: “me entregaron a mi amo, por lo que en el momento que me recibió me puso una barra de grillos, lo que padecí cuatro meses hasta que pasó el ejército para arriba, me alivió él los grillos y viéndome yo en libertad […] me le escapé y caminé para arriba en búsqueda de mi regimiento, lo cual me presenté a mi mismo comandante y habiendo tenido con el enemigo en el Campo de Macha una acción de ataque, caí prisionero y habiendo hallado proporción me escapé”.