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Museo Histórico Nacional

Mujeres - Recorrido autónomo. Tiempo de Revolución

Recorrido autónomo con perspectiva de género sobre la muestra Tiempo de Revolución

En este recorrido nos preguntamos qué lugares ocuparon las mujeres durante el Tiempo de Revolución (1808-1824) en los territorios del ex Virreinato del Río de la Plata, más allá del lugar marginal o de excepcionalidad en el que fueron colocadas en los relatos históricos decimonónicos y androcéntricos de la época de fundación del Museo Histórico Nacional (MHN), y que derivaron en que sólo el 2% de los objetos de la colección esté relacionado con mujeres.

Si bien durante los años revolucionarios las mujeres siguieron sometidas jurídicamente a la tutela masculina, las profundas transformaciones sociales y políticas devenidas de la Ilustración, la Revolución y las guerras por la independencia convirtieron a todo el territorio americano en un espacio de conflicto en el que muchas mujeres asumieron conductas y ocuparon lugares que escapaban a los roles tradicionales de género.

Preguntarnos sobre el accionar femenino es indagar en un universo étnico y social heterogéneo. Mujeres que no eran ciudadanas pero que participaron de debates y conspiraciones en tertulias; que donaron joyas y ofrecieron sus hijos para las guerras;  que armaron redes de inteligencia y dieron refugio; que hicieron uniformes, ponchos y banderas; que marcharon en los ejércitos y se encargaron de tareas de logística y de cuidado; que empuñaron armas, fueron azotadas y encarceladas; que ante la ausencia masculina se convirtieron en jefas de hogar, defendieron su territorio y solicitaron pensiones. 

En este recorrido buscamos, a partir de las presencias pero también de las ausencias en la colección, "sacar del silencio" -como dice Michelle Perrot- algunas historias individuales y colectivas de mujeres públicas y anónimas durante el Tiempo de Revolución. 




"DESDE ESTE DÍA ADELANTE, REVOLUCIÓN". MAYO DE 1810  

Invitación al cabildo abierto del 22 de mayo de 1810 - Papel impreso y manuscrito

Al cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, que votó la expulsión del Virrey Cisneros y la creación de la Primera Junta de Gobierno, solo fue invitada una pequeña parte de los habitantes de la ciudad. Fueron más de 400 vecinos destacados: varones blancos propietarios. Los varones esclavizados, indígenas, mestizos y blancos pobres no fueron invitados. Las mujeres de ningún sector social o etnia tampoco porque jurídicamente no tenían autonomía y estaban subordinadas a sus padres o maridos. Tras la Revolución apareció la categoría de ciudadano inspirado en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa. Los esclavizados y las mujeres quedarían afuera de la ciudadanía. 

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En la exhibición Pintores de la Historia podés ver el óleo El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810  de Pedro Subercaseaux. 

 Tintero de Mariano Moreno - Plata laminada labrada con frascos de vidrio, Roberts, Cadman & Co, Sheffield, Inglaterra, aprox. 1810

Mariano Moreno, como Secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta, creó el órgano de prensa “oficial” del gobierno revolucionario de Buenos Aires: la Gazeta de Buenos-Ayres.

La biblioteca del MHN cuenta con una edición facsimilar de la misma de la Junta de Historia y Numismática Americana donde quedaron registrados los nombres de las mujeres de diferentes provincias y sectores sociales que donaron joyas y dinero -posiblemente de sus dotes- y ofrecieron hijos y personas esclavizadas como soldados para las expediciones revolucionarias al Alto Perú. Entre ellas aparecen los nombres de Francisca Silveira, quien ofrece su único hijo para el servicio de la Junta además de 100 pesos para la causa. Y el de la esclavizada María Eusebia Segovia que -con licencia de su amo- ofrece sus servicios de cocinera y a sus dos hijos. 

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Haciendo CLICK ACÁ podes ver una compilación de algunas de las donaciones publicadas en la Gazeta de Buenos-Ayres.



Retrato del general Manuel Belgrano - Óleo sobre tela. Fortunato Fontana, 1941

Manuel Belgrano fue Secretario del Real Consulado de Buenos Aires a fines del período colonial, y desde allí propuso la creación de escuelas de oficios y escuelas gratuitas para niñas: “donde se les enseñe la doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc. (...) con el trabajo de sus manos se irían formando peculio para encontrar pretendiente a su consorcio: criadas en esta forma serían madres de una familia útil y aplicada". Su propuesta educativa estaba inspirada en pensadores de la Ilustración española. La educación femenina no se proyectaba en un plano de igualdad a la masculina sino que se orientaba al rol de esposa y madre formadora de futuros ciudadanos y a la obtención de herramientas que las liberara de la pobreza. La ilustración reafirmó que el ámbito “natural” femenino era el doméstico y privado y el masculino el público.

Tras la Revolución, Belgrano siguió insistiendo en este proyecto pero no logró que los gobiernos revolucionarios lo llevaran a la práctica. La mayoría de las mujeres de los sectores populares continuó siendo analfabeta. Solo algunas mujeres de la elite y las monjas tuvieron acceso a las primeras letras. 

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La colección del MHN conserva varias escribanías de varones y solo unas pocas de mujeres. Una es la que perteneció a una mujer de la elite porteña: Remedios Escalada.



AÑOS DE CONFLICTO

Entre 1810 y 1815, la guerra tuvo dos frentes principales. Uno fue el del Norte, en el que los revolucionarios fracasaron tres veces en controlar el Alto Perú, y, a su vez, rechazaron dos ofensivas realistas sobre Tucumán y Salta. El otro frente fue en el Litoral. 

Escudo de la Batalla de Tucumán - Paño de lana con bordados en hilos metálicos y de seda

Este escudo para conmemorar la victoria revolucionaria en Tucumán el 24 de septiembre de 1812 fue otorgado al salteño Rudecindo Alvarado, teniente de voluntarios de caballería. Los escudos se entregaron a los oficiales. Belgrano no permitía que las mujeres fueran soldados y menos oficiales pero hizo excepciones. María Remedios del Valle, parda y libre, fue una de ellas. No solo participó en la Batalla de Tucumán sino también en la de Salta, Vilcapugio y Ayohuma. Fue enfermera, espía, combatiente y prisionera. Perdió a sus hijos y a su marido en la guerra. Sufrió el azote público y ayudó a huir a prisioneros. Los soldados la llamaron “Madre de la Patria” y “la Capitana” porque Belgrano le dió ese reconocimiento. Tras la guerra terminó mendigando, pero las marcas en su cuerpo y los testimonios de sus contemporáneos le permitieron ganar una pensión y la promesa de un monumento que recién se realizó en 2022.  No hay registro que haya sido retratada en vida y tampoco el MHN tiene algún objeto que le haya pertenecido. En el año 2013 se promulgó una ley que instituye el 8 de noviembre como “Día Nacional de los/as afroargentinos/as y de la cultura afro” en conmemoración de María Remedios del Valle.

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La colección del MHN -en préstamo al Museo Nacional del Cabildo- tiene un óleo del siglo XX La Capitana María Remedios del Valle, madre de la Patria de Castro Grillo que la retrata mendigando en la Iglesia Santo Domingo.


Soldados de la orilla este del Río de la Plata - Grabado de Nasi, 1821, basado en una obra de Emerick Essex Vidal, 1817

El otro frente de guerra contra los realistas fue en el Litoral donde también se enfrentaron los bandos revolucionarios, el gobierno central de Buenos Aires contra la Liga de los Pueblos Libres formada por los federales de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y la Banda Oriental y comandada por José Gervasio Artigas. También en ese conflicto fueron muchas las mujeres que participaron de diversas maneras: lavaron uniformes, proveyeron de yerba, tabaco y aguardiente, se hicieron cargo de las caballadas y otras lucharon como lanceras. En 1811, tras el levantamiento del Sitio de Montevideo, se produjo una gran migración (más tarde llamada Éxodo Oriental). Para no quedar en territorio controlado por Montevideo, ciudad contrarrevolucionaria, miles de mujeres y hombres abandonaron sus casas y  emprendieron un difícil camino de sesenta y cuatro días hacia tierras entrerrianas. En el padrón de las familias que Artigas remitió al gobierno de Buenos Aires el 16 de diciembre de 1811 figuran 378 mujeres con sus maridos, 69 viudas jefas de familias, 1.206 hijas mujeres y 133 esclavizadas. De un total de 4.429 personas censadas, 1.786 fueron mujeres y más de mil niños que acompañaban a sus madres. La colección del MHN no tiene retratos de ellas y es factible que ningún contemporáneo las haya retratado.

LA ASAMBLEA DEL AÑO XIII


Marcha Patriótica - Realizado en la Imprenta de los Niños Expósitos

Según los relatos de Pastor Obligado el 14 de mayo de 1813 se cantó el himno nacional por primera vez en una tertulia de Mariquita Sánchez de Thompson donde habría acompañado al compositor y pianista Blas Parera tocando el arpa. Hoy sabemos que lo que se cantó en ese día fue una “Marcha Patriótica” que ya había sido estrenada el año anterior en el Cabildo de Buenos Aires.

Las casas de las familias como las de Mariquita Sánchez de Thompson, Remedios Escalada, Casilda Igarzabal de Rodriguez Peña y Carmen Quintanilla de Alvear fueron algunos de los lugares donde se organizaron las tertulias de la elite de Buenos Aires. En esos encuentros las mujeres además de cortejar, tocar el piano, el arpa y bailar minué hicieron uso de la palabra, aconsejaron a sus maridos sobre temas políticos, debatieron ideas y se informaron sobre los sucesos y conspiraciones revolucionarias. Durante el Tiempo de Revolución las mujeres de la alta sociedad hicieron del ámbito privado -que la sociedad les disponía como “natural”- un lugar donde pudieron participar informalmente de la política y de lo público.

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En la exhibición Grandes Éxitos podés ver la pintura El Himno Nacional en la sala de la Sra. Mariquita Sanchez de Thompson de Pedro Subercaseaux y el pianoforte de Mariquita.

Reglamento para educación y ejercicio de los libertos, 6 de marzo de 1813 - Papel manuscrito

En 1810 el 30% de la población de Buenos Aires era de origen africano, en su mayoría esclavizada. La Asamblea del año XIII sancionó la libertad de vientres para las mujeres esclavizadas así quienes nacieran después del 31 de enero de 1813 iban a ser libres. Sin embargo, cuando la ley se reglamentó, se cambió el término: los hijos/as no serían libres, sino libertos/as. Esto implicaba que deberían permanecer en la casa de los patrones de sus madres y servirles gratis hasta los 15 años, para compensar los gastos de crianza. De igual modo esta ley junto a la Ley de Prohibición del Tráfico y las Leyes de Patronato y de Rescate de esclavos para el ejército contribuyeron a la supresión gradual de la esclavitud en el ámbito rioplatense. Sin embargo la abolición de la esclavitud recién se estableció con la sanción de la Constitución de 1853.  

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En la exhibición Pintores de la Historia podes ver los óleos Candombe Federal de Martín Boneo y Baile de negros de Pedro Figari. Y en la exhibición Grandes Éxitos el tintero de la Constitución de 1853.  

Escudo por la batalla de Salta - Plata


Los escudos se entregaron a los varones militares. Aunque las mujeres no recibieron escudos hay registros de su participación en la batalla de Salta en 1813.

Según la tradición una mujer de la elite salteña, Martina Silva de Gurruchaga, hospedó a Belgrano en su finca de Los Cerrillos. Ella se ocupó de equipar y armar una partida numerosa de gauchos y, en vísperas de la batalla de Salta entregó a Belgrano una bandera bordada por ella. Él la premió con un título honorífico y un manto de seda con la leyenda: “A la benemérita patriota Capitana del Ejército doña Martina Silva de Gurruchagay”. Según relata Carranza, Belgrano le expresó: “Señora, si en todos los corazones americanos existe la misma decisión que en el vuestro, el triunfo de la causa por la que luchamos será fácil”.

En los archivos del Ejército Auxiliar del Norte existen pocas menciones de mujeres, sin embargo en un documento del 20 de febrero de 1813 de la Batalla de Salta aparecen dos mujeres heridas: Carmen Palacios y Dolores Alegría. También existen testimonios como el del General Pezuela, a cargo del ejército español, que decía que en la Batalla de Salta oficiaron de espías “para transmitir las ocurrencias más diminutas del ejército real (...) se inmiscuían en todos los rincones de las familias enemigas para obtener información”.

La tarja de Potosí - Plata y oro

Cuando el Ejército Auxiliar del Norte comandado por Manuel Belgrano ingresó a Potosí en junio de 1813 proclamó: “Habitantes del Alto Perú, los vencedores de Tucumán y Salta, vuestros hermanos han venido a protegeros contra los tiranos de Lima que nos tenían esclavizados”. La llegada de Belgrano fue recibida con alegría por la población. Las campanas anunciaron su entrada a la ciudad, varones y mujeres esperaron en el templo donde se hizo la ceremonia. Danzas indígenas culminaron el festejo y 77 mujeres de la alta sociedad potosina le obsequiaron una Tarja de plata y oro en reconocimiento por los triunfos en las batallas de Tucumán y de Salta. La Tarja celebra la libertad, la unión americana y su tradición indígena. Según la tradición las "damas potosinas" vendieron sus joyas para pagar los 7200 pesos fuertes que habría costado la mano de obra de los orfebres y maestros. Belgrano envió la Tarja a Buenos Aires con la lista de las 77 diputadas que lo distinguieron. Por su tamaño viajó desarmada y fue compuesta en la capital por el platero altoperuano Juan de Dios Rivera.

UNA SOCIEDAD EN REVOLUCIÓN

Trarilonko o vincha mapuche - Cadena con discos pulidos colgantes de metal blanco

Los plateros mapuches confeccionaban joyas de plata que los caciques y las mujeres vestían para exhibir su prestigio. El trarilonko lo usan hasta la actualidad las mujeres para sujetar el cabello. Las mujeres se encargaban de las tareas textiles para la confección de ponchos y mantas. Si bien los indígenas mapuches conservaron su soberanía hasta el último cuarto del siglo XIX, tuvieron participación durante el Tiempo de Revolución. Algunos grupos apoyaron a los patriotas, otros a los realistas y también realizaron con todos ellos acuerdos comerciales. En 1816 tuvo lugar un parlamento entre el General San Martín y los pehuenches para pedirles cruzar la Cordillera de los Andes y así atacar a los realistas en Chile. Tras el acuerdo los caciques le regalaron un poncho tejido por mujeres.

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La colección del MHN conserva el poncho que fue obsequiado a San Martín por los Pehuenches. 

Gauchos en una estancia - Grabado coloreado al pochoir.
Copia de la acuarela de Emeric Essex Vidal, 1818

Los largos años de guerra produjeron una militarización que modificó la economía y la cotidianidad de la población rioplatense, que habitaba mayormente en las zonas rurales. Muchas familias vivían en pequeñas explotaciones campesinas en donde el trabajo doméstico, textil y agrícola de muchas mujeres, en su mayoría mestizas, fue clave para la supervivencia familiar durante esos años. La ausencia masculina por la guerra convirtió a muchas mujeres en jefas de hogar, otras enviudaron y se vieron obligadas a pedir pensiones. También estuvieron las que  participaron de la guerra de manera informal como “rabonas” (acompañaron solas o con sus hijos/as a sus maridos, amantes, padres o hermanos) o como “mamitas” o “vivanderas” (asistieron a los campamentos, cocinaron, fueron enfermeras, hicieron uniformes y brindaron apoyo a los soldados y jefes militares). Otras participaron en las batallas. Las crónicas y memorias de guerra escritas por jefes y oficiales varones escasamente las mencionan, lo militar era en la teoría una actividad exclusivamente masculina. Y ellas, en su mayoría analfabetas, no dejaron registro de su participación.

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En la exhibición Grandes Èxitos podes ver la litografía la mano que mece la cuna y en la colección del MHN una litografía La esquila, ambas de Jean León Palliere. 

El mercado - Grabado en colores
Dibujo de Emeric Essex Vidal y grabado de D. Havell

El espacio privado y doméstico fue el lugar "natural" que la sociedad de esa época le dió a las mujeres. Sin embargo, mientras más cerca estuvieran de los sectores populares, mayor era su presencia en ámbitos públicos como la calle y los mercados. En el espacio público las mujeres se hicieron eco de los rumores y noticias mientras trabajaban como vendedoras ambulantes. Muchas de ellas fueron esclavizadas y trabajaron de lavanderas, prostitutas, cocineras, parteras, amas de leche y nodrizas de los/as hijos/as de sus amos. Si las mujeres en general estaban subordinadas a la dominación masculina, las esclavizadas fueron el último eslabón de esa cadena de sometimiento; consideradas mercancías estaban expuestas a todo tipo de abusos y violencias sexuales por parte de sus amos. 

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En la exhibición Grandes Éxitos podes ver una litografía de una vendedora ambulante afro que forma parte del álbum “Trajes y Costumbres de la provincia de Buenos Aires de la imprenta Bacle. La colección del MHN conserva una reproducción de una acuarela de Emeric Essex Vidal. Vista del Fuerte de Buenos Aires y la playa baja, donde se observan mujeres lavanderas.

 

Iglesia de Santo Domingo (detalle) - Ploteo. Mujeres porteñas dibujadas por el viajero inglés Vidal en 1817.

La crianza y vida diaria de las mujeres, en especial de las elites, debía estar circunscrita al ámbito privado, a las tareas domésticas y de cuidado, obedientes a los mandatos de sus padres o maridos que protegían el "honor" familiar. El espacio doméstico  solo se abría al exterior cuando iban a misa y a los sacramentos; iban acompañadas de otras mujeres, criadas o varones de la familia. La misa oficiaba además como una gran vitrina social y lugar de cortejo. La familia sólo podía constituirse a través de un matrimonio religioso (no había divorcio), que muchas veces no era resultado del enamoramiento sino de intereses y alianzas familiares donde la dote de la novia era fundamental. Los casamientos entre personas de diferente etnia y sector social podían ser vetados por los padres  Se esperaba que la sexualidad solo tuviera lugar dentro del matrimonio y con el fin de la maternidad a temprana edad. También era común que las familias decidieran que una de sus hijas ingresara a un convento para ser monja y así evitar que una abundante descendencia perjudicase a la herencia familiar. En los sectores populares estas normas no eran tan rígidas y muchas mujeres ejercieron el concubinato.

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Mariquita Sánchez fue una de las mujeres de la elite porteña que desafió los mandatos familiares matrimoniales de la época y dejó testimonio. Son pocas las cartas que se conservan de mujeres de esta época ya que saber leer y escribir era un privilegio de clase. Haciendo CLICK ACÁ podes escuchar una de sus cartas.

Miniatura de Guadalupe Cuenca de Moreno - Óleo sobre chapa de cobre. Anónimo, 1804

Las miniaturas fueron objetos creados para circular en el ámbito privado antes de que se invente la fotografía. Hacerse retratar era un privilegio social, que las mujeres y varones de los sectores populares no tuvieron. Guadalupe fue una de las "Damas Patricias" que nació en Chuquisaca y se educó en un convento porque su madre había decidido que su "destino" iba a ser el de ser monja. Ella desobedeció el mandato y se casó con Mariano Moreno, a quien conoció en una misa.

Poco antes de que Moreno partiera a una misión diplomática a Londres, tras dejar la Junta, Guadalupe recibió un paquete anónimo con un abanico de luto, unos guantes negros y un velo de viuda como un presagio de lo que iba a suceder. Durante nueve meses, Guadalupe le escribió diez cartas contándole sobre las intrigas de la política local, cartas que nunca leyó porque murió -presuntamente envenenado- durante el viaje. La correspondencia femenina nos habla también de las ideas y del lugar que tuvieron muchas mujeres de la elite durante la revolución. 

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Haciendo CLICK ACÁ podés escuchar una de las cartas que María Guadalupe le escribió a Moreno.

Miniatura María Eugenia Escalada de Demaria - Acuarela sobre Marfil/Ángel María Camponeschi, 1808 

María Eugenia Escalada fue una de las “Damas Patricias” defensora de la causa revolucionaria. En esta miniatura se la retrata con un vestido corte imperio, con un peinetón de oro y dos collares de perlas sostenidos por un broche de perla y diamante, y un medallón colgando del cuello por una gran cadena de oro. Las joyas -generalmente parte de su dote- además de ser un adorno eran un marcador de distinción social y piedad religiosa.

María Eugenia y su media hermana Remedios fueron dos de las mujeres que donaron fusiles para la revolución. Según relata Adolfo Carranza en Patricias Argentinas: “Se reunieron en casa de Escalada varias señoras y niñas, que han pasado a la historia bajo la denominación de Sociedad Patriótica para elaborar una nota redactada por Bernardo Monteagudo al Triunvirato donde ofrecían costear un fusil", la misma se publicó en la Gaceta Ministerial el 26 de junio de 1812 y decía: “cuando el alborozo público lleve hasta el seno de sus familias la nueva de una victoria podrán decir (...) yo armé el brazo de ese valiente, que aseguró su gloria y nuestra libertad”. Haciendo CLICK ACÁ podes ver la nota y el listado con las donaciones.

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En la exhibición Pintores de la Historia podés ver el óleo Damas Patricias constituidas en sociedad patriótica en casa de Escalada, en el que José Gerompini imaginó la escena de 1812, usando algunos retratos en miniatura que tiene el MHN para pintar a las protagonistas. También la biblioteca del MHN conserva la primera edición del libro Patricias Argentinas, escrito por el fundador del MHN y primer director Adolfo Carranza y editado por la Sociedad Patricias Argentinas “Dios y Patria”, en el marco de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo. 

Vestido corte imperio de Bernardina Chavarría de Viamonte - Original de raso de seda, algodón, seda y tul bordado de algodón. Se expone réplica de cintas de raso de poliéster hecha por Fernanda Martínez Díaz - Museo Nacional de la Historia del Traje

Durante los años revolucionarios las mujeres de la élite porteña tomaron la moda de la corte napoleónica del estilo imperio, que daba libertad al cuerpo ya que no tenía corset. El vestido de “dama antigua” que se usa tradicionalmente en los actos escolares no remite a lo que usaba en la década de 1810 sino a modas de otros momentos.

Esta es una réplica de un vestido corte imperio de la época de 1810. Perteneció a Bernardina Chavarría de Viamonte, una “Dama Patricia” casada con Juan José Viamonte que donó 50 pesos fuertes para la primera "expedición de Unión de las Provincias interiores"

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La colección del MHN tiene un vestido estilo romántico de Bernardina que data de 1830 y un retrato de Bernardina de autor anónimo.

“ROMPER LOS VIOLENTOS VÍNCULOS”. LA INDEPENDENCIA

Tintero con el que se firmó la independencia en Tucumán - Labrado en plata

En marzo de 1816, Magdalena “Macacha” Güemes actuó como mediadora entre su hermano Martín Miguel de Güemes y las fuerzas comandadas por José Rondeau que se habían enfrentado. El por entonces oficial del Ejército del Alto Perú José María Paz describió a Macacha como “una mujer ambiciosa, intrigante y animosa, al tiempo que dotada de garbo y hermosura”. Su habilidad diplomática permitió encauzar un pacto conocido como de los Cerrillos que firmaron ambos líderes, que puso fin al riesgo de guerra civil en el Norte y permitió que el Congreso de Tucumán comenzará sus sesiones el 24 de marzo de 1816. A falta de edificios públicos adecuados, se decidió que el Congreso sesione en la casa de Francisca Bazán de Laguna. Esta casa ya había funcionado como cuartel del Ejército patriota durante la Batalla de Tucumán en 1812.

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La colección del  MHN conserva una miniatura de Magdalena "Macacha" Güemes de Tejada.



LA GUERRA PERMANENTE: EL NORTE 

Retrato de Juana Azurduy - Óleo sobre tela. Anónimo

Juana Azurduy era mestiza y junto a su marido Manuel Padilla condujo una guerrilla que luchó por la causa revolucionaria contra los realistas en el Alto Perú. Era una fuerza formada por criollos, mestizos e indígenas, armados con fusiles, lanzas, hondas, arcos y flechas, en el que también había mujeres que peleaban a caballo, como la propia Azurduy. En 1816 su guerrilla fue vencida y Padilla murió en combate. Juana marchó a Salta y se unió a las filas de Güemes. Belgrano, que combatía la presencia de las mujeres en los ejércitos porque sostenía que atentaba contra la disciplina masculina, le reconoció el grado de Tenienta Coronela de las Milicias Partidarias de los Decididos del Perú, la llamó Amazona y le escribió un poema luego de que capturara una bandera realista (estando embarazada)  en el combate del Villar.

No quedan registros de retratos suyos hechos en vida. Este retrato, de autor anónimo, se pintó mucho tiempo después de su muerte y buscó masculinizar su figura, conforme a los estereotipos y roles de género que Juana rompió. 

Retrato fotográfico de María Loreto Sánchez Peón y Ávila de Frías - Fotografía

María fue una mujer de la élite salteña que, según la tradición oral de la provincia, junto con Magdalena “Macacha” Güemes de Tejada, Juana Moro y otras mujeres de diferentes sectores sociales establecieron una red de espionaje contra los realistas para sabotearlos y mermar sus fuerzas. La tradición cuenta que María se disfrazaba de paisana vendedora e ingresaba a los campamentos enemigos donde conseguía información, esas noticias las cocía en el ruedo de su pollera y los mensajes los dejaba en el hueco de un árbol. De Juana Moro, de quien no se conserva retratos, que sedujo al Marques de Tojo atrayéndolo para la causa patriótica desde el bando realista al que era afín. Joaquín de la Pezuela, uno de los comandantes realistas en la guerra, anotó en su diario de campaña: "En la posición que el ejército ocupaba de Jujuy y Salta sufría una continuada deserción y seducción de los habitantes de ambas ciudades, especialmente de las mujeres (...) Belgrano (...) tenía otras tantas espías como vivientes, que no solo le daban las noticias más menudas de mis movimientos y fuerza, sino que hasta se prestaban las mujeres a mis oficiales y tropa con tal que consiguiesen seducirlos, de que resultó mucha deserción".



A TRAVÉS DE LOS ANDES

Relojera de José de San Martin - Seda, hilos y apliques metálicos, lentejuelas, terciopelo y raso de seda, sarga de  algodón. 

Después de la declaración de la independencia de las Provincias Unidas en Sud América el 9 de julio de 1816, San Martín logró que el nuevo director supremo, Pueyrredón, apoyara su plan para ganar la guerra. Durante su gobernación en Cuyo se encargó de organizar el Ejército de los Andes con el que cruzaría la Cordillera y liberaría Chile de los realistas. Los trabajos de costura para hacer uniformes, frazadas y banderas recayeron principalmente sobre las mujeres  indígenas y mestizas de Cuyo. Las mujeres de la elite también participaron de la confección de la Bandera de los Andes. Según la correspondencia de Manuel de Olazabal, marido de Laureana Ferrari, ella junto con Remedios Escalada y otras mujeres de la elite trabajaron varios días en Mendoza para hacer la bandera del Ejército de los Andes y se desprendieron de joyas para bordar el escudo. En otra carta del archivo histórico del MHN del 26 de mayo de 1926, Víctor Ferrari de Olazábal señala: “Es una relojera bordada por mi abuela Laureana Ferrari y la Sra. Dolores Prats de Huisi quienes la regalaron al General San Martín el mismo día que se juró la bandera de los Andes que ellas también bordaron”. Según cuenta Manuel Olazábal se habría realizado “del tamaño y medida de las chinelas usadas por Remedios de Escalada”. 

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La colección del MHN conserva una miniatura de Remedios Escalada de San Martín hecha en Mendoza en 1817 y otra de Dolores Prats. También un abanico de Laureana Ferrari de Olazábal.

Batalla de Maipú - Litografía

Théodore Géricault, París, 1819

En los documentos del Ejército de los Andes es notoria la falta de mujeres, pero sí existen registros de varias de ellas de la elite chilena que realizaron propaganda patriota, oficiaron de correo con los revolucionarios, que donaron dinero, esclavizados, alimentos y joyas al esfuerzo contra los realistas. Muchas fueron encarceladas o encerradas en conventos y les secuestraron los bienes familiares. Otras enviudaron y pidieron pensiones al gobierno patriótico. Una de ellas fue Cornelia Olivares que en 1817 fue encarcelada por los realistas chilenos por hacer propaganda de la causa independentista. Según relata Vicente Grez “se le insultó brutalmente por el camino. En el interior de su prisión le repararon el cabello i las cejas, y a fin de envilecer, la exhibieron en la plaza pública de Chillán, desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde”. Tras la victoria patriota en Maipú fue liberada y el 2 de diciembre de 1818 reconocida oficialmente por Bernardo O’Higgins, junto con otras mujeres, como ciudadana benemérita de la Patria: “Su constante adhesión por el sistema patrio, le infundió tal entusiasmo en días inmediatos anteriores a la entrada del Ejército restaurador de los Andes, que en medio de los enemigos anunció públicamente el feliz resultado que después se verificó de esa gloriosa expedición”. 

Frac del general Martín Miguel de Güemes - Paño de lana, terciopelo y bordados en hilos dorados.

El éxito de la campaña de San Martín a Chile descansó en buena medida en la eficacia de la guerra de guerrillas conducida por Güemes en el Norte, que enfrentó una invasión realista a Jujuy y Salta desde el Alto Perú en el mismo momento del cruce de los Andes. Su casa también funcionó como taller para confeccionar uniformes, y como refugio de oficiales y soldados. También se encargó de las tareas de espionaje junto con otras mujeres. Según relatos de B. Frías Macacha “era (...) el verdadero ministro de su hermano, para quien no tendría Güemes secretos de gobierno; no realizando, por consiguiente, acto alguno difícil sin su mediación y parecer; que así lo acompañaba en sus consejos, nacidos de la perspicacia y delicadeza de sentimientos de su sexo, tan desarrollados en ella, como intervenía personalmente en actos más públicos, aun los mismos de guerra, montando a caballo, recorriendo las filas y arengando las tropas”.



SAN MARTÍN Y LA INDEPENDENCIA SUDAMERICANA 

Divisa de la Orden del Sol de Serafina Hoyos - Prendedor de oro labrado

En 1821 después de la liberación de Lima, el General San Martín creó la Orden del Sol para formar una nueva elite dirigente de origen militar y dentro de ella la orden de las Caballeresas del Sol, con la que distinguió a unas 200 mujeres que se habían destacado en la causa patriota contra los realistas. Esta divisa perteneció a Serafina Hoyos, una “Dama Patricia” casada con Juan Antonio Álvarez de Arenales. También fueron distinguidas como caballeresas Manuela Sáenz Aizpuru y Rosa Campusano Cornejo. Dos patriotas que también conspiraron por la independencia. La primera compañera amorosa de Simón Bolívar y la segunda -según la tradición peruana- de San Martín al declararse la independencia del Perú.

Triunfo de la Independencia Americana - Ampliación de una litografía de la colección del museo. 

Original impreso por la editorial de Rudolph Ackermann, Londres, 1825

La batalla de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824 marcó el fin del imperio español en América continental. En esta imagen una mujer que representa el “genio” de la independencia viste y porta gorros de la libertad.  A las mujeres de carne y hueso la libertad e igualdad jurídica les tardó más en llegar que a sus pares varones. Sin bien el Tiempo de Revolución trajo importantes cambios para las mujeres, que ocuparon de hecho nuevos roles y tuvieron una presencia mayor en el espacio público, esto no se cristalizó en espacios de mayor poder real. Al finalizar las guerras por la independencia la mayoría de las mujeres siguieron en el espacio doméstico y en los roles tradicionales de género. La lucha por el derecho a la ciudadanía tomaría cuerpo en el territorio americano a principios del siglo XX. 



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